Ángel Gambín Pallarés.
GESTACIÓN ARTE Y VIDA
Alicante, 22 agosto 1959.
Mi gestación artística empieza casi con la vital. Nunca se produjo ningún hecho especial que me hiciera descubrir el arte. Mi aprendizaje de los sentimientos artísticos fueron paralelos a los del resto de conocimientos infantiles.
Sin duda es mi padre quien provoca en mí un aprendizaje inconsciente “imprinting” su vida y su trabajo, siempre relacionadao con el dibujo,como delineante, aparejador y luego como arquitecto, definen su vida profesional, pero previamente la pintura como vocación hace que yo sienta una curiosidad innata e inconsciente desde mi infancia por el dibujo y por extensión con el arte visual.
El primer cuadro que vi en mi vida, o por lo menos el primero que recuerdo, es un retrato que mi padre pinta a mi madre a los 20 años. Este cuadro estaba en el comedor de casa de mis abuelos y mi estancia en esa casa y al ser el retrato de mi madre hace que durante años lo contemplase como algo especial. Éste, junto con algunos otros cuadros de mi padre son las tempranas referencias artísticas de mi vida.
Esta primeria inmersión pictórica tiene su inmediata continuidad en el estudio de arquitectura donde mi padre trabajaba como aparejador, en él a la edad de cuatro años, lo acompañaba y empecé a dibujar en las mesas de trabajo de los delineantes con papel vegetal y tiralíneas, trazando mis primeros dibujos geométricos, y con el tiempo planos totalmente manuales. Desde el despacho de mi padre, con su mesa de dibujo junto al balcón orientado al este podía contemplar el puerto y el mar Mediterráneo situado a escasos metros, lo observaba por encima de las filas de palmeras que configuraban el paseo de la Explanada que hace de transición entre la ciudad y el mar, justo desde la fachada marítima de la ciudad. En ese momento empiezo a tener sentido de la línea y del dibujo y de forma material empieza mi vinculación con el arte.
En esos años empiezo a asistir al colegio Jesús-María de Alicante recientemente construido (1966). Diseñado por el arquitecto catalán D. Agustín Borrel Sensat, concebido con una arquitectura racionalista con la utilización de materiales naturales donde los tabiques de vidrio y la estructura metálica conviven con el ladrillo cerámico y la piedra vista, ordenado en bloques aislados sobre un espacio abierto. De este proyecto todavía hoy conservo los ejemplares del proyecto que sirvieron para la construcción en la que mi padre intervino como aparejador y posteriormente yo mismo como arquitecto en algunas rehabilitaciones.
En 1966, cuando yo tenía siete años, mi padre empieza los estudios de Arquitectura coincidiendo con la implantación de la Escuela Superior de Arquitectura de Valencia. El verano de ese año es fundamental en mi vocación artística, en él viví directamente el proceso de pintar un cuadro al oleo por primera vez. Dicho cuadro, al igual que el retrato de mi madre, lo conservo actualmente, estaba pintado al natural, se trataba de un olivo situado junto a nuestra casa de verano. El cuadro quedó inacabado y esto supuso tener una visión distinta de la realidad natural con una percepción más próxima a la abstracción Años después (1977) al iniciar mis estudios de Arquitectura compré y leí el libro de Piet Mondrian “Realidad natural y realidad abstracta” sobre las diferentes visiones de un mismo hecho. Aquel cuadro, por inacabado, involuntariamente me dio una visión diferente que despertó en mí la curiosidad por entender más allá de lo que vemos. El libro de Mondrian emppezó a descifrarme las razones y como hacerlo.
Simultáneamente veo como mi padre dibuja figuras al carboncillo representando modelos en escayola que si define con detalle en su dibujo y acabado. Esto hace que desde ese momento empiece a interesarme por la pintura.
Todo esto se produce en una situación social de apertura y desarrollo y familiar de estabilidad y trabajo tras años de esfuerzo social al margen de tendencias de cualquier signo.
Durante los años posteriores, ya en el colegio Hermanos Maristas, continúo siempre dibujando y tratando el color, conociendo las técnicas y realizando cuadros y carteles en el ámbito de actividades juveniles. Pese a ello decidí realizar los estudios de Arquitectura en la Universidad Politécnica de Valencia, aunque antes, años 1975 y 1976, asista a clases de dibujo en la escuela de artes aplicadas de Alicante donde hoy tiene su sede la Unión General de Trabajadores (U.G.T.), y visitaba regularmente todas las galerías de arte que había.
Nada en mi vida ha pasado por el radicalismo, la incomprensión o la ambigüedad, afortunadamente no he tenido una guerra ni una vida caótica, ni he participado de una sociedad enfrentada que si ha existido, no me ha interesado, creo que se corresponde más con el capricho de una minoría social que con la contribución al bien común aunque aquél se venda mejor.
Estos años están llenos de trabajos de pintura, carteles publicitarios y visitas que asiduamente realizo a las galerías de arte que por ese tiempo existían en Alicante, tanto las privadas como de organismos públicos, en menor número en esa época.
Todo esto y la lectura de revistas especializadas, monográficas, ensayos sobre arte y las exposiciones más vanguardistas en los nuevos museos de arte contemporáneo que van apareciendo en España, fruto del trabajo de muchos creadores que formaron parte del “exilio interior” según expresión de Miguel Salabert de 1958 para referirse a todos esos pintores que desde dentro del panorama social actualizaron los conceptos y las ideas artísticas, y los que desde su exilio sirvieron de correa de transmisión de las vanguardias mundiales.
proceso de formación
Durante los estudios de arquitectura siempre me interesó, entre otras cuestiones técnicas, la formación estética, gráfica y artística.
Asistí a las clases de estética de D. Joaquín Arnau Amo con su singular y clara concepción de ideas sobre la forma y el hombre, el orden matemático y la música. De esta época entendí plenamente la vinculación del hombre y el arte, la dependencia del concepto de creación y la interpretación de la mente humana para aportar una visión de nuestro entorno y de nosotros mismos.
Paralelamente al conocimiento de las tendencias pictóricas de vanguardia en España, básicamente el informalismo, el expresionismo y el surrealismo, comprendí su origen a partir de libros como “De lo espiritual en el arte” o “punto y línea sobre el plano” ambos de Wassily Kandinsky, Realidad Natural y Realidad Abstracta” de Piet Mondrian o “Psicología de la forma” de W. Kohler, K. Koffka y F. Sander. Toda esta información me permite abrir un universo de conceptos que trasladados a la práctica me permite confirmar que la pintura ha pasado de lo exclusivamente doctrinal y académico a la aportación de la visión personal. Esta situación se produce entre los años 1980 y 1985 y se empieza a configurar mi visión de la pintura, donde el gesto y la línea dominan el color, y empiezo a percibir el cuadro como la hoja en blanco que es y busco signos y símbolos que rellenan el espacio libre. Son obras, las que realizo en esos años hasta 1990 interesadas en el hábitat, en el entorno más que en el habitante de ese espacio, quizás influido por la formación arquitectónica que piensa en el ser humano, no en si mismo, sino en el espacio donde se mueve, preocupado para que ese espacio sea armónico con el ser físico y con su preocupación psicológica para producir un estado de satisfacción. No me preocupa tanto la persona como hecho individual sino el hecho social de su relación con el entorno, su integración con el medio. El significado global de la interrelación y el reflejo del espacio.
En base, como he dicho a la pérdida del academicismo, de sus objetivos como medio al servicio de un tercero, y de que la capacidad creadora del artista prevalece para convertirse en el protagonista de la obra y que ésta sea el reflejo de su decisión, o por lo menos de su experimentación, mi interés se dirige a concretar el entorno del hábitat, reducirlo y sintetizarlo en el gesto personal que consiste en un nuevo universo, con apariencia común pero con todos los matices y en ocasiones abismos que configuran la mente humana. Cambié la distancia desde la que mirar el hábitat humano acercándome al sentimiento y la inspiración de lo que percibimos, de lo que interpretan, de como queremos que nos vean y de como somos vistos.
Creo mi propia representación de lo que veo, del mensaje que recibo, para convertir el cuadro en la radiografía del pensamiento materializándolo de modo que veo lo que pienso de cada conducta o cada aptitud. El diálogo visual establecido entre lo que cada momento veo o quiere que vea el interlocutor de la obra, es lo que empieza a definir en cada caso el desarrollo de la pintura, la disección del modelo determina las pautas de la creación.
En la década de los ochenta el grupo de pintores contemporáneos españoles más importantes y que está en activo, como Tàpies, Sempere, Saura, Mompo, Canogar, Chirino, etc. configuran para mi la visión artística, de lo que me parecían accesorios y lo que para mi era principal aunque en ese momento ya existiese una dualidad pintura-arquitectura que ha perdurado hasta ahora y que siempre ha tenido rasgos personales y diferenciados, sin duda más auténticos en la pintura por no tener condicionamientos, aunque la arquitectura, por su propia naturaleza, ha prevalecido de cara a lo público frente a la pintura que ha quedado como diario personal y desconocido.
reflexiones y decisiones
Desde esta época he seguido pintando dando siempre prioridad a los sentimientos, los temores, los deseos y las convicciones, inquietudes interiores de la mente humana.
No me interesa lo que le rodea, o lo que veo exteriormente, eso suele ser lo que queremos mostrar, lo que nos gusta que vean sea bueno o malo, de nosotros, el mensaje que socialmente lanzamos para situarnos en un punto del espectro de relaciones humanas. A mi me gusta averiguar como es mi interlocutor, lo que quiere decir y lo que no y sobre todo lo que su subconsciente y su inconsciente transmitan, el retrato introspectivo que es dual en cuanto a que establece lo que somos, lo que queremos, como lo interiorizamos y como lo manifestamos. Esto hace que mi pintura pierda todo interés por el entorno, incluso el más próximo al ser humano y se quede exclusivamente con el intradós de la figura, y que sea esto lo que construye su imagen, lo que yo veo, lo que me interesa, lo que el interlocutor transmite consciente o inconscientemente.
Formular un argumento o el discurso de una obra que nunca está concluida, ya que su propio sentido es la evolución sugiere tener que hacer regularmente paradas para reflexionar y decidir el siguiente paso. La única forma de que el discurso tenga sustento es no desandar lo hecho, y tener en mente siempre el motivo que nos impulsa a pintar, organizarlo de modo que lo que nos importe sea el centro de nuestro esfuerzo creativo. De modo que el proyecto artístico esté fundamentado.
Que el carácter simbólico e icónico sea el que argumente una auténtica reflexión, que simultáneamente articule un discurso consustancial con nosotros mismos y que nos permita contrastar la identidad de nuestra percepción, su análisis, su evaluación y tomar una posición, que al mismo tiempo reflejamos en la obra y que sea ésta nuestro argumento vital frente a lo que nos conmueve, debe ser un objetivo irrenuniable para poder transmitir la obra y lo que con ella pretendemos manifestar.
La mera representación de un objeto real o incluso imaginario, no tiene interés por si en el ámbito de la creación personal artística, requiere un esfuerzo que no supondrá la mejora del hecho representado aunque el pintor idealice lo que ve o piensa. La fuerza de la obra se establece desde el subconsciente y es durante su manifestación cuando el artista adquiere conciencia del sentido de la obra, y con ello establece su más sincera reflexión y discurso social.
La autonomía creadora establece una liberación completa al discurso personal, queda al juicio de la comunidad artística la aceptación de ese argumento en función de su coherencia, su solidez conceptual y su capacidad de comunicación y difusión de la visión que el artista propone, primero para el debate interno y luego el examen social, que hace propio el discurso del artista o lo incorpora al índice argumental dentro del contexto creativo. El entorno de este contexto es realmente reducido comparado con las posibilidades de difusión social y de no muy fácil comprensión en un entorno más lejano.
¿Para quién crea el artista, para él o para el espectador individual o social? Sin duda para él, aunque su deseo sea compartirlo. El altruismo de la creación al servicio social pasa primero por su inquietud íntima de ordenar, gestionar y luego compartir sus propuestas. Si el artista no tiene la convicción plena de lo que siente difícilmente la podrá compartir, el trabajo siguiente será darle forma más o menos comprensible para el interlocutor.
Dado por hecho que el primer eslabón en el proyecto creativo es el artista, quien primero recibe el estímulo que genera la obra de arte, éste empieza seleccionando inconscientemente su posible receptor del mensaje.
El artista define así su mundo, le pone sus leyes y límites, crea su lenguaje y escribe su discurso. Ese mundo se representa con los recursos técnicos que cada momento ofrece, no hay límites, la técnica es una mera herramienta, aporta poco al concepto de creación. El verdadero motor sólo es el cerebro del artista, es el que se nutre de los elementos con los que discernir, el hecho o el sentimiento a representar en la obra de arte. A mi cada vez me ha interesado más lo íntimo, la introspección, la propia y quizás más la ajena, la curiosidad del diálogo sin palabras, adivinar el mensaje, deducir el ajeno, saber lo que pensamos, entenderlo, el universo que existe en el cerebro humano, el proceso interior y su manifestación en el ámbito de la relación y del conocimiento ajeno, no buscando la sofisticación cultural sino la realidad social que nos rodea. Cada mente humana es un mundo vital, y la sociedad un universo de ideas resultado de la agregación de situaciones que disparan las reacciones, que hacen que las relaciones necesiten cauces de comunicación. Con el arte se logra el refinamiento de la situación. Cada mente humana dibuja su perfil y su reflejo es lo que percibimos, de aquí el interés que para mi tiene ver el mensaje que recibimos y como lo hacemos.
El cerebro se convierte en el motor de ideas y sentimientos, es el centro vital del ser humano, de aquí el interés que despierta descifrarlo y entre todo la manifestación creativa y artística. Pinto pensando como reflejar la percepción del sentimiento propio que genera un hecho ajeno. Cuando pinto un rostro, pinto un retrato de un gesto, una de las miles de “caras” de ese cerebro que produce reacciones a los estímulos que percibe.
El gesto es el que determina la obra, el impulso que provoca en el artista su traducción plástica y que desemboca en ese gesto creativo con los elementos necesarios para explicar la obra sin mediar una descripción literaria o verbal, es decir, con el discurso implícito, sin mediación con el interlocutor, dando a la obra capacidad de transmisión y comunicación.
Al contemplar una obra de arte, un cuadro, el espectador no puede esperar que el artista ponga ante sus ojos lo que la razón de aquél supone. Sería vano el esfuerzo de ambos. El espectador es quien recibe el sentido del artista y tiene la oportunidad de acercarse a éste para compartir la obra, esa es su parte en el diálogo establecido.

